martes, 27 de enero de 2009

ESTA PROHIBIDO MEZCLAR VIDAS


Muchos tenemos amigos heterosexuales con los que compartimos un lazo especial durante años, pero en muchos casos la incompatibilidad de ambos mundos hace difícil mantener este tipo de relaciones.
Cuando un amigo mío salió del clóset, lo hizo frente a todos sus amigos heterosexuales con los que había compartido durante mucho tiempo. Sin embargo antes de siquiera tantear el grado de aceptación que recibiría ante dicha revelación, decidió cortar todo lazo con ellos. Su justificación era que uno no puede vivir dos vidas separadas, y como ambos mundos son muy diferentes, no podría seguir haciendo las mismas cosas que antes ni con las mismas personas.
Mientras tanto en otro lado de la ciudad y casi al mismo tiempo, yo pasaba por un trance similar pero mi manera de ver las cosas era diametralmente opuesta. Siempre quise vivir mi vida normalmente con mis amigos de infancia y el hecho de que supieran que yo era gay no tendría por qué afectar nuestra relación, y de hecho al principio así fue.
Durante mucho tiempo no entendí lo que mi amigo quiso decir, pero el tiempo me fue mostrando que el mantener aquellas viejas amistades de clóset sería mucho más difícil de lo que parecía en primer lugar, por muy buenas intenciones que ellos o yo tuviéramos en ese sentido. Las cosas siempre parecen más simples en la infancia, pero cuando el sexo se convierte en una parte importante de nuestras vidas es lógico que algunas cosas cambien.
Por más que me esforcé para integrar a mis viejos amigos a mi nuevo mundo gay se hacía bastante difícil, ya que muchas de las cosas que para nosotros son naturales y comunes, resultaban algo incomprensible para ellos. Aunque mis intentos persistieron por largo tiempo, como una forma de valorar sus esfuerzos, me di cuenta que ese nivel de “tolerancia” o aceptación dependía exclusivamente de mantener todo “lo gay” al mínimo.
Para la mayoría de las personas “normales”, la cultura gay está asociada a una serie de estereotipos de promiscuidad y excesos. Me gustaría decir que esta visión no es del todo exacta, pero desgraciadamente en muchos casos sí lo es. Por ende, la aceptación que uno puede gozar por parte de la sociedad, ha de mantenerse mientras nuestro estilo de vida sea de bajo perfil.
En este sentido a nivel social la homosexualidad no pasa de ser una “moda” o un estilo de vida, como ser vegetariano o practicar yoga. Cualquier asociación entre la sexualidad y el mundo gay es rápidamente rechazada o descartada por la gente, especialmente los hombres, que ven al amor gay como una aberración, algo antinatural y hasta como una amenaza a su propia masculinidad.
Por otro lado, las mujeres siempre se han mostrado más receptivas a aceptar la cultura homosexual y el tener un “mejor amigo gay”, es casi una necesidad u obligación para ellas en muchos sentidos. Eso les garantiza disponer del punto de vista masculino acerca la moda, la cultura y hasta de otros hombres, sin el temor a confundir la amistad con algo más.
Siguiendo por éste camino y con la esperanza de que las cosas mejorarían, yo mantuve mi rutina de asistir a los eventos sociales con mi novio, que aparte de caerle bien a todo el mundo por sus cualidades personales, representaba el típico juguete nuevo… “otro gay” al cual interrogar para satisfacer la curiosidad acerca de lo que significa “ser gay”. Sin embargo el cuento de hadas no dura para siempre y era inevitable que las diferencias surgieran en algún momento.
En cierta oportunidad, una amiga me llamó la atención por darle un simple beso a mi pareja “delante” de su sobrino. Más allá del hecho que nadie con dos dedos de frente pensaría en llevar a un chico de 11 años a una fiesta de adultos donde se va a tomar, bailar y hablar boberias, ella no pareció darse cuenta de lo malo que era que te llamaran la atención por algo así frente a todos tus amigos, avergonzando a tu novio y haciendo que algo tan hermoso como una muestra de amor entre dos personas, se vea como algo inmoral e indebido. Si bien todavía mantengo contacto con ella, sé muy bien que la relación no volverá a ser igual que antes.
Me puse a pensar que si mis amigos de siempre no podían aceptar esa parte de mi vida, entonces no valía la pena mantener esa otra parte de mi vida. ¿Qué pasaría cuando algunos tuvieran hijos?... ¿Iba a ser el tío solterón o un eunuco asexuado eternamente ante sus ojos?, todo por la incapacidad para aceptar o explicar que el amor homosexual es algo tan normal como el de ellos.
También es cierto que muchos heterosexuales se integran adecuadamente al mundo gay y comparten hasta los detalles más escabrosos de la bohemia nocturna, pero son los menos. En muchos casos, la buena onda termina cuando sienten amenazado su estilo de vida, o surge algo que no pueden comprender.
Ser víctima de la homofobia es una experiencia desagradable para cualquiera que la haya vivido, pero escuchar discursos similares de labios de tus amistades es algo mucho peor. Por eso surge esta interrogante ¿Vale la pena arriesgarse a eso, por mantener una relación unidireccional con otras personas?. La respuesta a éste asunto todavía se me escapa, pero considero que cada uno debe evaluar el tema de acuerdo a su propia realidad.
En virtud de todo esto, tal vez la única alternativa para lograr la aceptación es “heterosexualizar” lo más posible el mundo gay. Pero de todas formas, falta mucho para que podamos sentirnos cómodos al abrazarnos o besarnos en público, gracias al discurso de siempre “¡cómo se lo explico a mi hijo!”.
Aunque tratamos de auto-convencernos que el país no está listo todavía y que el momento llegará después… ¿quién decide cuando es el momento?.
Personalmente no tengo la menor intención de asumir el peso de la incomunicación familiar que ronda a nuestra sociedad, pero al parecer ese siempre será el mayor argumento en nuestra contra, aún de parte de nuestros propios amigos.

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